Frases per a reaprendre




"Si vols canviar el món, canviat a tu mateix. Ghandi


“No hi ha amor suficient capaç d'omplir el buit d' una persona que no s'estima a si mateixa” I. Orce

"La vida es allò que pasa mentres estàs fent altres plans" John Lennon

"Com que no puc governan els aconteixements, em goberno a mi mateix" Michael de Montaigne

"Si busques resultats diferents, no facis sempre el mateix" A. Einstein



miércoles, 18 de mayo de 2011

La llave perdida o más de lo mismo

El dissabte a la nit, vaig llegir un trosset d'un llibre d'en Watzlawich...El vaig trobar tan bo!!!! es que aniria bé a tanta gent! algo tan senzill... que he decidit compartir-ho.
Qui no ha repetit la solució intentada, N mil vegades, pensant que si s'hi escarrassa una mica més, al final ho aconseguirà?

Disfruteu-lo.

La llave perdida

Un hombre volvía de madrugada a casa después de trabajar. En una calle cercana se encontró con otro hombre, con evidentes signos de borrachera, que estaba buscando algo al lado de la única farola encendida de la calle. Parecía nervioso, por lo que nuestro hombre se dirigió a él y le dijo si le podía ayudar en algo.
- He perdido las llaves de mi casa, y no las encuentro - farfulló -, ¿podría usted ayudarme?, es que estoy un poco bebido.

Y los dos se pusieron a buscar. Nuestro hombre que al no estar borracho conservaba todas sus facultades sensoriales y cognitivas, se dio cuenta que las llaves no estaban allí, por lo que le preguntó al borracho si estaba seguro de haber perdido las llaves en ese punto de la calle o en cualquier otro lugar.
- Ah, no, no las he perdido aquí, las perdí allí - señalando un punto bastante distante del que se encontraban.
- Perdone, pero si está seguro de haberlas perdido allí, ¿por qué motivo la busca aquí?
- Es que aquí es donde hay luz.


¿Le parece a usted absurda la historieta? Si es así, busque usted también fuera de
lugar. La ventaja de una tal búsqueda está en que no conduce a nada, si no es a más
de lo mismo, es decir, nada.
En estas pocas y simples palabras, más de lo mismo, se esconde una de las recetas
de catástrofes más eficaces que jamás se hayan formado sobre nuestro planeta en el
curso de millones de años y que han llevado especies enteras de seres vivientes a la
extinción. Se trata de un ejercicio con el pasado que ya conocieron nuestros antepasados
en el reino animal antes del sexto día de la creación.
A diferencia del mecanismo anterior que atribuye la causa y la culpa a la fuerza
mayor de unos sucesos pasados, este ejercicio cuarto se basa en el aferrarse tercamente
a unas adaptaciones o soluciones que alguna vez fueron suficientes, eficaces o quizás
las únicas posibles. El problema de toda adaptación a unas circunstancias
determinadas no es otro que éstas cambian. Entonces es cuando empieza el ejercicio.
Está claro que ningún ser viviente puede comportarse con desorden -es decir, hoy así
y mañana de un modo totalmente distinto- en su medio ambiente. La necesidad vital
de adaptarse conduce inevitablemente a la formación de unos modelos de conducta
que tienen como objetivo conseguir una supervivencia lo más eficaz y libre de dolor
posible. Pero, en cambio, por unos motivos todavía enigmáticos a los mismos
investigadores de la conducta, animales y hombres tienden a conservar estas
adaptaciones óptimas en unas circunstancias dadas, como si fueran las únicas posibles
para siempre. Ello acarrea una obcecación doble: primero, que con el paso del tiempo
la adaptación referida deja de ser la mejor posible, y segundo, que junto a ella siempre
hubo toda una serie de soluciones distintas, o al menos ahora las hay. Esta doble
obcecación tiene dos consecuencias: primera, convierte la solución intentada en
progresivamente más difícil; y segunda, lleva el peso creciente del mal a la única
consecuencia lógica aparentemente posible, esto es, a la convicción de no haber
hecho todavía bastante para la solución del mal. Es decir, se aplica más cantidad de
la misma «solución» y se cosecha precisamente más cantidad de la misma miseria.
La importancia de este mecanismo para nuestro propósito es evidente. Sin
necesidad de recursos especializados, el principiante puede aplicarlo; en realidad está
tan difundido que ya desde los días de Freud va ofreciendo buenos ingresos a
generaciones de especialistas; de todos modos queremos observar, de paso, que
ellos no lo llaman «receta del más de lo mismo», sino neurosis. Pero lo importante no
es el nombre, sino el efecto. Éste está garantizado, mientras el aspirante a la vida
desdichada se atienda a dos normas sencillas: primera, no hay más que una sola,
posible, permitida, razonable y lógica solución del problema, y si estos esfuerzos no
consiguen el éxito, ello sólo indica que uno no se ha esforzado bastante. Segunda
norma, el supuesto mismo de que sólo hay una solución no puede ponerse nunca en
duda; sólo está permitido ir tanteando en la aplicación de este supuesto
fundamental.

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